• Debe estar Caracterizado por una apertura sin reservas, en torno al problema común de una verdad importante para la mutua convivencia.
• Ser Intento por tener la apertura interior necesaria por comprender al interlocutor y poseer una interior disposición a corregir las propias posturas, posiciones.
• No debe consistir en un mero intercambio de monólogo, en el que cada una de las partes intenta justificar su propio punto de vista y el otro “oye” pero no termina de “escuchar” ni aceptar en la posibilidad de que esté escuchando la verdad o parte de ella desde el otro.
• No debe intentar síntesis o promedios consensuados de dudosa verdad para evitar confrontaciones, sino conocimiento mutuo, en el que las auténticas contraposiciones se conservan y se sitúan bajo clara luz.
• En el diálogo hay una esencial y necesaria tolerancia, que se mantiene incluso en la más acerada expresión de las oposiciones.
• El gran enemigo del diálogo y de toda búsqueda abierta de la verdad es la «voluntad de poder». Tendencia al poder y diálogo se excluyen mutuamente
• La meta del diálogo no puede consistir en anular o encubrir (ni hasta para mantener una supuesta Paz).
• El objetivo del diálogo no es “quedarse felíz” y con ello conformar a las partes, sinó la búsqueda de la verdad (aunque esta sea antipática)